La lluvia llena tus ojos. Casi no puedes verme
aquí en la aduana, entre la muerte y la vida. Pero me encontrarás atrás de la
cortina de lluvia negra que nos separa. Y ese será el fin.
Pero, ¿sabes qué? Nunca me he sentido tan
vivo como ahora, con mi vida colgando de los hilos de mis dedos. Gracias por
eso. Hay tranquilidad al enfocar completamente en nuestra sobrevida. Una
meditación mental sin ninguna preocupación por lo mundano.
Como con
qué cocinar para la cena esta noche.
O cómo
arreglar mi televisor roto.
Como qué
documentos tengo que firmar para el divorcio.
Como la
multa de tráfico que no he pagado.
Como cuánto
tiempo durará mi vida insufrible.
Porque aquí, mirando tu cara cuadrada gotear
sangre diluida por la lluvia, veo a un dios indescriptible. Un dios que yo no pude encontrar en treinta
años de iglesias y veneración. Un dios crudo.
Con una
santidad oxidada.
Con sus
orillas rasgadas como ropa vieja.
Con https://pbs.twimg.com/profile_images/1702695664/Satanas.jpg en su bolsillo.
Con
sangre en su cara y lluvia en sus ojos.
Con mi
vida insufrible en sus manos gruesas.
¿Qué pasará cuando los hilos se rompan?
¿Qué pasará cuando caiga a la profunda columna de esta ciudad, que brilla
frenéticamente a pesar de la manta de lluvia que nos envuelve? ¿Me sentiré libre
finalmente? ¿Me recordarás en tus últimos momentos, tu dios con tu vida en sus manos gruesas?
No creo que haya sentimientos o pensamientos
adonde voy.
Pero quizás te extrañaré.
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